domingo, 8 de abril de 2012

La Odisea del Cachalote (1ª parte)


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Un amigo es un amigo, me dijo un amigo mío

Y era tan amigo mío y tanta amistad la nuestra

que no supe qué pensar pero le dije muy dolido:

Un amigo de verdad, no lo dice, lo demuestra

(Comparsa Los Condenaos, J.C. Aragón)


El Cachalote era hasta hace nada mi primer barco. Con todo el dolor de mi corazón lo vendí, pero es que ya éramos dos a bordo y para nuestras futuras pretensiones se quedaba pequeño.


Lo ofrecíamos pintado, con nueva instalación eléctrica y muchos extras. Como en estos tiempos es difícil vender nada, mucho menos un barco, así que de salida ya era barato, aún así fuimos rebajando su precio, eso sí, descartando ciertas mejoras tales como pintar la cubierta.


Y al final llamaron varios a nuestra puerta. A punto estuvimos de vendérselo a alguien que se lo llevaba tal cual hasta Bilbao. Daniel, alguien ya conocido también lo quería. Elegimos a Daniel, pues ya había tenido el mismo modelo de barco, pero un día de mal tiempo su barco se fue a las piedras. Además, ya conocía el Cachalote Hubo un tercer interesado, que quedó a la espera por si alguno se arrepentía.


El chico de Bilbao se informó sobre subirlo por carretera al norte, estaba muy muy interesado en el barco, tanto que llegó a ofrecer 2000 euros más del precio que le dimos a Daniel. Pero qué se le a a hacer, soy una tonta sentimental y Daniel estaba tan ilusionado que.... pufffff, además, era mi barco, y para mi el valor sentimental era impagable.


Ya Daniel había estado alguna ocasión de visita , pero vino a hacer la oficial. Además vino con Rafael, un conocido de años que tiene el barco en Roquetas. De Rafael poco puedo decir: por un lado me tranquilizaba saber que estaba ahí, pues conocía el barco desde hace años y ha navegado varias veces en él, por otro lado, por su forma de ser sabía que su presencia nada bueno traería, y es que es de ese tipo de personas que a todos critica, empezando por sus propios amigos, no se escapa nadie, buenos y malos, creo que lo hace por vicio, que a decir verdad amigos no tiene, pues solo busca gente de la que obtenga beneficios y de gente así nunca se puede esperar nada bueno.


Como Daniel conoce bien los Daimio pues su anterior barco era ese mismo modelo la inspección fue intensa, sabía donde mirar. Velas cofres, motor.... parecía la Verdemérita haciendo un registro exhaustivo. Y en su derecho estaba, quería comprarlo. Se quedó encantado. Nos contaba que su barco no estaba tan equipado, que la cubierta del nuestro era mucho más sólida, que el no tenía depósito de agua, ni bomba de agua, ni fregadero, ni el palo y la botavara como el nuestro, ni el enrollador.....aún así pidió que le pusiéramos algunas cosas a su gusto. Se lo llevaría en menos de un mes.


La puesta a punto del Cachalote fue una maratón. Pese a la rebaja estábamos contentos por quien se lo quedaba y pintamos finalmente la cubierta, pusimos nuevo cuadro eléctrico, le hicimos un lazy bag nuevo, repasamos pintura del interior, reubicamos algunas cosas tales como el cargador de baterías para que tuviera mejor acceso. También hicimos en proa una preciosa delfinera de madera a la que pusimos una flamante roldana a estrenar para que le costara menos subir pues Danilo tiene ciertas limitaciones físicas. Total, que nos dejamos un dineral para dejárselo lo mejor posible, mucho mejor de lo que ya de por sí estaba. Y encima estábamos ilusionados.



Y llegó el día... la tarde antes le habíamos dado la ultima capa de pintura a la cubierta y lo mismo el interior. El mal tiempo nos impidió rematar los detalles pero era cosa fácil que podía hacer él con tranquilidad. Le avisamos de que aunque seca la pintura estaba aún sin curar. ¡Estaba tan blanquito! Ná más llegar subió la tripulación a bordo. Isa hizo su entrada en el barco a lo Alejandro Sanz: "pisando fuerte" y a mi me dio un retortijón esa pisada, sabiendo como sabían todos que estaba recién pintado, pero poco podía protestar, ya dejaba de ser mi barco. Sea como fuere me dejó preocupada la inseguridad con la que se movía a bordo, no parecía tener experiencia y pensaba para mis adentros que quizá en un barco tan pequeño lo pasaría fatal, aunque por otro lado decia que era navegante transoceánica, y que había navegado por el Caribe y demás...


Mientras Jose y Rafael se quedaron con Enrique revisando a fondo los detalles y quédandose de como iba el cuadro, motor y demás yo me fui con Daniel a Hacienda para pagar el impuesto de transmisiones. Fue una mañana digamos que entretenida. Mientras Daniel e Isa esperaban sentados en un banco a mi me tocó hacer de "niña de los recaos". Pa qué nos vamos a engañar, odio que me manden e Isa empezaba a resultarme irritante con tanto disponer cuando ella no pintaba nada. Ya no era mi barco, no me tocaba a mi ir a hacer fotocopias, comprar el impreso y demás...pero bueno, me decía a mi misma: paciencia Marga, Daniel es un amigo así que vamos a facilitarle todo lo más posible


Cuando al fin el funcionario nos atiende nos coge el contrato y documentación y sella todo. Cuando dijo lo que había que pagar en ventanilla Daniel se quedó blanco, pero vamos, más lívido que un oso polar albino. Yo creí que ya sabía el coste, pero viendo su expresión de apuro decidí convencer al funcionario de que deshiciera el trámite. Alegué que el chico no podía pagar tanto así que haríamos un nuevo contrato con un precio inferior y el funcionario encabezonao en que no, que eso era falsedad documental y no podía hacerlo. Yo erre que erre que soy cabezona, diciéndole que no había falsedad ninguna, que yo como parte vendedora tenía el derecho a rebajarle el precio, y ponérselo como quisiera. Pero nada, el tipo era durillo. Así que me quedé un rato allí plantada cerca de su escritorio, mirándole con cara de pena.El hombre cada vez que levantaba la vista de su escritorio ahí me encontraba con cara de perro pachón


Le dije una y otra vez:- Venga hombre, si no has metido ningún dato aún en el ordenador, solo tienes que romper el contrato y el impreso.... Anda, por favorrrr, haz la buena obra del día que ya es viernes y te vas a ir a casa contento por la buena acción, no somos ricos, solo gente joven que con mucho esfuerzo y penas logramos hacernos con un barquito sin pretensiones..... Y así estuve más de media hora hasta que finalmente el buen funcionario accedió. Biennnnnn!!!! Rebajo precio, nuevo contrato y eso que se ahorra. Y Daniel súper contento.


Y así volvimos al Cachalote, risueños. Una vez en el barco ya me contó Enrique que habían tenido puesto el motor y que Rafa había tomado nota de todos los detalles para transmitírselos al nuevo armador. Y poco más... el barco estaba dispuesto para soltar amarras y un nudo en la garganta me apretaba, pero no quería llorar, no delante de ellos


En ese mismo momento se llevaban mi barco, sin más. Pasaría la noche en Roquetas y al día siguiente irían hasta Adra. Abrazos, despedida y.... me quedé a cuadros cuando el nuevo armador del que había sido mi barco optó por irse en coche mientras ponía su nueva adquisición en manos de Rafa y Jose para que se lo llevara. ¡¡¡Tío!!! que deberías tomar el mando desde un principio, que es ilusionante, que has de conocerlo pues cada barco es un mundo.... pero nada. Ahí estaba el Cachalote, alejándose despacito... ¿volvería a verlo algún día? La pena era enorme y aún así conseguí aguantar más de dos minutos las lágrimas. Enrique lloró tanto o más que yo, ahí estábamos los dos en el pantalán abrazados despidiéndonos de nuestro buen compañero, el que nos unió y en el que tantos buenos momentos hemos vivido, momentos que nunca olvidaré.


Como era mediodía decidimos comer en puerto y por la tarde pasar a arreglar papeleos del nuevo barco que hemos comprado con el inspector. Nos llamó nuestro amigo y vecino Bernardo diciendo que estaba viendo al Cachalote navegando a motor y vela por la Bahía. Unas horas después Enrique llamó a Jose para haber como había ido la primera travesía y estaban encantados. Nos comunicaron que todo iba de lujo, que el motor como la seda y bla bla bla.. Todo eran halagos. Nosotros satisfechos como siempre porque el Cachalote es un buen barco.


Quien me iba a decir que ese no sería el último día que subiría a bordo del que fue mi barco, y que me quedaba mucho aún por llorarle. Pero eso lo narraré en el siguiente post post.

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