domingo, 7 de agosto de 2011
Pulpitos elásticos
martes, 26 de julio de 2011
Puliendo metales
- Relojes, o metales de todo tipo que estén estropeados, oxidados, picados….
- Todas las camisetas o trapos viejos que encontré por casa
- Guantes
- Cervezas muy fresquitas (pueden sustituirse por coca-cola Light o un buen wisky de malta -sin duda un buen Oban).
- Una buena peli (o en su defecto buscar el momento que den algo bueno en la tele). Por supuesto la tele y el dvd (pa ver la peli)
- Y lo más importante: UN BOTE DE SIDOL
Procedimiento pa dejar los relojes de a bordo relucientes:
Es importante la colocación de todos los elementos para no tener que moverte mucho una vez empiece la peli :-P
- Poner un mantel bajo la mesa o soporte que se vaya a trabajar, pues los algodoncitos estos de Sidol dejan mancha
- Sobre la mesa depositar los elementos destinados a dar lustre. Son muy importantes los guantes. En mi caso tengo alergia, pero este algodoncito deja las uñas muy negras, así que prefiero el sarpullido alérgico mil veces.
- Abrir la birra, y claro, catarla
- Poner la peli
- Coger un trocito de algodón sidol. (No dejar abierto el bote el bote pues el producto abierto se seca y pierde eficacia). Tomar el cacharro estropeado y frotar frotar y frotar con el algodón. Entre frote y frote de algodón, refrotar con un trapo viejo, ideales las camisetas de la Junta de Andalucía, son de algodón del güeno.
- No olvidarse de la birra y seguir dando tragos por aquello de recuperar fuerzas
- Una vez que se vea que el metal vuelve a relucir, frotar con una gamuza de esas amarillas limpia. Y evitar tocarla con los dedos pringados porque se queda huella
El resultado: espectacular. Ni yo misma me lo creía. Y para muestra, un botón, o mejor, más fotos. Si algo me gusta de estas faenas es recuperar cosas viejas que se dan por perdidas y devolverles el esplendor que lucían en su día
lunes, 25 de julio de 2011
Invitados a bordo
Cierto es que mi barco no tenía por aquel entonces nevera eléctrica, sino una neverita playera de hielo de las de toda la vida, eso sí, era rosa monísima de la muerte. Esta carencia de electrodomésticos hacía impensable el tener a bordo ciertos tipos de alimentos frescos si no se iban a consumir en el momento, como la carne. La nevera de hielo, sobre todo en verano estaba a tope de cervezas, algún que otro refresco y como no, un buen termo de gazpacho o salmorejo que me llevaba de casa.
Al principio de adquirir el Cachalote no dormía a bordo. Pero poco a poco le fui cogiendo el gustillo, aunque por mis horarios laborales solo iba sábados y domingos. Entonces podía permitirme el lujo de llevarme algún tupper de lo que hubiera guisado mi madre. Si salíamos varios barcos a fondear, ahí estaba yo, con comida pa un regimiento, eso sí, a temperatura ambiente. Recuerdo el día que mi Cachalote se unió al Sureño y al Jubilao y aunque mi barco era el más chico fue el orgulloso anfitrión y recibió a bordo a toda la panda. Comimos apretaos, pero nadie quedó con hambre, y yo tan contenta.
Dejo algunas fotos del día por orden: mi Cachalote, el Jubilao , el Sureño y sus tripulaciones:
Sucedía también que no era raro el día que algún vecino o conocido se dejaba caer “con la fresca” y obligado era como buena anfitriona, agasajar a esas personas siempre bienvenidas, Procuraba por ello tener siempre algunas latas de aceitunas, mejillones en escabeche, o algo tipo tripa de fuet que se conserva bien sin frío; en fin, cosas por el estilo, Y es que más de una vez y de dos y tres, alguna que otra de esas visitas casuales se han convertido enveladas la mar de agradables con amigos y compañeros de la mar. Cuando esas veladas se alargaban y las latas vacías se acumulaban empezaba a ponerme de los nervios, eso de beber a palo seco como que no, pero ¡qué palo no tener nada decente pa ofrecerles de cenar! Había que buscar solución, y para ello allí cerquita de mi pantalán estaba la antigua Cantina, regentada por Manolo y su mujer. Te preparaban en un plis plas raciones para llevar de lo que quisieras, a precios de risa y de buena calidad (la ensalada de caracola que preparaban era soberbia). Lástima que cerraran, ahora se ha convertido en un cutre amago de sidrería con todos los productos caducados, incluída la sidra.
Aquí un par de fotos de una de esas tardes- noches en que tres grandes navegantes me visitaron: Felipe, Agus e Indalecio. De unas visitas de un ratito al final se nos hizo de noche con la charla, pero ¡¡qué a gusto se estaba hablando de barcos!
Lo que está claro es que esté la despensa más o menos llena, la reunión entre amigos sobretodo cuando es a bordo de cualquier barco es algo único. Quedan fueras conversaciones que solo crean malos rollos, como políticas y religiones, y se disfruta compartiendo lo verdaderamente importante: las cosas buenas por la vida y sobretodo por nuestro nexo común: la navegación y los placeres (y también sustos) que un barco da. Y eso… eso no lo mejora ni el mejor restaurante del mundo. Los amigos con pan y cerveza son de lo mejorcito, palabra de pirata ;-)